viernes, 28 de junio de 2013

Obsesión por el rosa (y por las máquinas de escribir)

No lo digo yo, que ya lo sé, sino @mijaresergio Dice que estoy obsesionada con el rosa, y no lo dice pero sabe que también con los topitos (los lunares de toda la vida en versión cool). Y al chaval razón no le falta. Me pongo a hacer cambios al blog y qué color le meto: rosa. Le cambio el nombre y cómo lo llamo: la máquina de escribir rosa. Pasamos de coctelera rosa a máquina de escribir rosa. Sí, lo sé, el título es súper largo, pero y qué, me gusta. The pink typewriter hubiera sonado mucho mejor, lo sé, pero ya estaba pillado.


Cuando una está pelín cansada de pensar en keys, SEO, posicionamiento y hacer todo lo posible para que Google resalte tus contenidos y te ponga de los primeritos en las búsquedas parece que le da por hacer todo lo contrario. ¿Se explica de otro modo semejante longitud de nombre? ¿A que no?


Además, ¿este blog se va a dedicar a hablarnos de las maravillas de las máquinas de escribir rosas o acaso va a venderlas? Pues no. ¿Que va a haber gente que llegue aquí buscando máquinas de escribir vintage rosa (como yo misma hice)? Pues sí, así que bienvenidos sean, pero ya les digo que yo aún no encontré la máquina. 

martes, 11 de junio de 2013

Melancolía de Sexo en Nueva York

Cada vez que veo una foto de Sexo en Nueva York (la serie, no la película) me da la melancolía. Es algo de lo más curioso, porque teniendo en cuenta que la serie tiene 15 años, yo debo conocerla desde hace más de una década y es imposible calcular la cantidad de veces que he visto los capítulos repetidos una y otra vez en Cosmopolitan TV debería estar hastiada de la rubia y compañía, pero no. Es ver alguna de las fotos de los últimos dos episodios y entrarme una angustia del demonio.

Es una sensación parecida a ver las fotos de la época de la facultad. Quizás porque la serie empezó al mismo tiempo que yo me iba a Madrid y acabó un año después de volverme. Sexo en Nueva York cumplió hace unos días 15 años y en un mes hará 10 que me licencié. Uff. Casi nada. La época de abuela cebolleta se acerca y esto afecta incluso a las series. Yo veía Sexo en Nueva York antes de que Sarah Jessica tuviera su línea de zapatos...

Me sé los diálogos de la serie de memoria y puedo asegurar casi con total rotundidad que me conozco al dedillo vestidos y complementos de las cuatro protagonistas, sin contar las numerosas curiosidades de la serie que nos intentan vender cada poco. Son muchos los que salieron durante seis temporadas, pero sin duda me quedo con los que la Bradshaw se lleva a París y en especial con el vestido milhojas gris.


En su momento lo vi como un cuento de hadas moderno. Quizás sea caer en los estereotipos, pero un viaje a la capital francesa, unos modelitos de infarto y el rescate a lomos de una limusina viene a ser la actualización del 'vivieron felices para siempre'. Eso y la ilusión femenina de que es posible cambiar a un hombre. Todas tenemos nuestro Mr Big particular y me temo que el único que se ha transformado es el de Bradshaw.

Me reafirmo en que es un cuento de hadas. Solo que ahora lo veo con ojos de escéptica, con la altura de miras que te dan los años. Ésta ha venido acompañada por una obsesión de buscarle la lógica a los comportamientos y una explicación a todas las cosas. En eso falla Sexo en Nueva York. Es ilógica, irracional e imposible.

Aún así es mi serie. No es la mejor de las producciones televisivas, no soporto a su protagonista y su trama, a poco que se analice, es incoherete. Aún así es mi serie. Di la tabarra de una manera considerable a las amigas que no la veían y hay que decir con resultados nada satisfactorios. No acabaron de entender mi fascinación, como tampoco la fascinación que siento por las series y que en buena parte se debe a Sexo en Nueva York

Hace unos meses lo reconocí: si tuviera que escoger una serie para ver continuamente, una y otra vez como si esto fuera el día de la marmota sería ésta. Ni me siento identificada con las protagonistas ni mi vida se parece a la suya, pero es imposible no llorar que no llore a moco tendido cuando se acerca el momento en que Harry le dice a Charlotte 'yo también tengo algo para ti de China'.

Dicho lo cual me voy a coger un paquete de kleenex y a ver el final otra vez,...


 

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