jueves, 27 de enero de 2011

Una nariz fotográfica

Una de las cosas más decepcionantes es oler un gofre y luego pegarle un mordisco y descubrir que huele mucho mejor de lo que sabe. Pensé que era algo que sólo me pasaba a mi, pero por lo visto no, le ocurre a mucha gente. Si es así no entiendo cómo sobrevive la industria de los gofres, porque el último que yo compré debió ser allá por 1992.
Lo mío con los olores y las decepciones es algo que ya se ha vuelto tan habitual como ridículo. Tengo una nariz un tanto especialita y, al igual que la memoria, podríamos decir que es fotográfica. Me viene un olor y acto seguido me viene a la cabeza una imagen con la que la relaciono. Normalmente mis recuerdos olorosos son de bastantes años atrás.
El problema está cuando se trata de una colonia. La huelo (sin querer, conste que nunca es a propósito), te haces una imagen en la cabeza, te das la vuelta buscando el olor y tachán! No se parece en nada a lo que tu tenías en mente. Pues cuando resulta que la colonia en cuestión ha sido la seleccionada como la fragancia del año, la regalan por ir a comprar el pan o algo así, porque resulta que la gente se ducha en ella.
Así, no es raro verme por la calle poniendo cara de ser un perro olfateando una pieza, luego se me queda la jeta como si me hubiera encontrado un cadáver en estado de putrefacción y, finalmente, soltando un suspiro de esos que parece van a ser el último aliento. Pues con esas pintas llevo ya varios días.
Me voy a seguir con mi búsqueda de un remedio para anular mis capacidades olfativas, al menos mientras ande por la calle.

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