domingo, 23 de noviembre de 2014

Me declaro fan de las cosas bonitas

Me declaro fan de las cosas bonitas. No sé si esto es bueno o malo. Es algo que sé desde hace un par de años. Una libreta con un bonito diseño, un washi tape con mis colores favoritos o el estribillo de una canción que me gusta y hace tiempo que no escucho son motivos suficientes para sacarme una sonrisa. Lo son ahora, no hace unos cuantos años, pero sí desde hace como unos tres años.

No soy una flower power ni creo que por ser positiva las cosas vayan a irme contrario -es más, pienso todo lo contrario, que el golpe va a ser mayor. Pero por circunstancias de la vida, la crisis de los 30 o quizás el tener más tiempo libre hicieron que descubriera el valor que hay en pequeñas cosas. Y decidí que el rosa volvía a ser mi color favorito (para vestir no, que el rojo me sigue favoreciendo más a la cara).

No sabéis lo feliz que puedo ser con un bolígrafo de colorines comprado en los chinos o la sonrisa que se me pone en la cara cuando aparece el mensajero en la puerta de casa. A algunos los tengo asustados, me consta, otros ya lo saben y se ríen. ¿Espiritu consumista? Un poco, pero no demasiado, que si me traen la compra no me emociono.

De un tiempo a esta parte he introducido en mi vocabulario palabras como lovely o cute. Sí, los anglosajones tienen cosas mucho más bonitas que nosotros. Eso no se puede negar. A ese gusto por las cosas bonitas se unió más tarde la afición al scrap. ¡La cantidad de cosas lovelys y cutes que puede escribir en Instagram y Pinterest, las redes sociales de las cosas bonitas por excelencia.

Más tarde llegarían los Do It Yoruself. Yo, una persona conocida por mi nula capacidad para hacer cualquier tipo de manualidad descubrió que en realidad sí había cosas que podía hacer. Con mejor o peor tino, pero que a fuerza de ensayo-error puedo ser hasta capaz de carvar un sello del que no se sienta totalmente avergonzada.

¿Lo mejor de todo esto? Que además de cultivar la lengua de Shakespeare buscando en webs y perfiles sociales del otro lado del charco descubres que las cosas bonitas, sobre todo el hacerlas, conforman una terapia antiestrés que, a ti al menos, te funciona mucho mejor que la relajación, el yoga o correr.

1 comentario:

  1. Me siento muy identificada con este post. Aunque aún no me he dado al consumismo bonitista por Internet (todo llegará), sí que es verdad que hace unos años ya que perdí el miedo a que me consideren una cursi o que me pierdan el respeto porque me gusten la literatura romántica o las cosas para chicas. ¡Dejemos que las cosas bonitas dominen nuestra vida!

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