Vamos que soy adicta a hacer clic, clic, clic en todo enlace que encuentro por internet y que me resulta medianamente interesante. Y diréis 'anda que eso no es problema' ¿Qué no? Pues tanto como el síndrome premenstrual, que también tengo, y a que seguro que con ese no os atrevéis a meteros.
Desde hace años practico el multiclic. Empecé coqueteando con tener el correo y Google abierto, luego más cuentas de correo, luego el Facebook, el Twitter... Para qué os digo más: a veces me dejo abierto Google Plus durante todo un día. ¿Escribo o interacciono en esa red social? No, pero ahí esá abierta por si pasa algo interesante.
El síndrome del clic se debe a dos de mis obsesiones más conocidas: ser una persona multitarea las 24 horas del día (¿Cuándo duermes también? Sí, también) y acumular cosas para más tarde. Otra mítica es autodiagnosticarme a mi misma sin haber estudiado nada relacionado con medicina ni el cuerpo humano.
Y si con mis antecedentes las cosas ya apuntaban a que sufriría el síndrome del clic las redes sociales no ayudan lo más mínimo. Gente que cuelga en su muro noticias sobre una boda inspirada en Harry Potter, los artículos de Loversize, novedades sobre los upfronts de las series norteamericanas o las últimas declaraciones fuera de lugar de un político. Todo información súper importante para mi devenir.
Soy así de simple y así de camaleónica y como siempre estoy haciendo cinco cosas al mismo tiempo pues no me puedo poner a leer las pestañas que abro. ¿Qué hago? Acumular y acumular como si no hubiera mañana. O lo que es lo mismo: hasta que no se ve el nombre de la web en la pestaña del navegador de tantas que tengo abiertas. Lo de los favoritos de Internet Explorer no sirve porque me olvido de ellos y los marcadores principales ya están ocupados.
Y como ocurre siempre que acumulas acabas por tener más de lo que puedes consumir. Ocurre con las naranjas cuando te compras siete kilos al precio de cinco porque están muy baratas pero sabes que no te las podrás comer todas ni haciendo zumo. Y ocurre con los enlaces, porque sigues abriendo más y más y más.
Hasta que llega un punto en que no sabes qué enlaces tienes abiertos ni por qué decidiste hacer clic en alguno de ellos. Pero bueno, ya resolverás el misterio mañana. Porque no os creáis que los enlaces se acumulan durante el día y los lees y borras por la noche. No, yo tengo enlaces abiertos durante días. Incluso semanas.
Tanto es así que ya forman parte de mi vista habitual de la pantalla. 'Anda mira lo de la subvención de páginas web que abrí para echarle un ojo hace tres semanas y... acababa el plazo ayer'. No es ficción, es algo que ha pasado esta mañana.
Pero eso no es lo peor -que también. Lo peor es que te confías y sigues ahí abriendo y abriendo pestañas. Tú que casi idolatras a Google Chrome porque te permite abrir el navegador tal y como lo habías dejado cuando apagaste el ordenador -lo que no hace si no incrementar tu síndrome de Diógenes de enlaces- te fías de él.
¡Gran error! Cuándo se ha visto que uno pueda fiarse de estos aparatos del demonio llamados ordenadores (aplíquese también smartphones, tablets y demás útiles tecnológicos que nos permiten navegar por internet).
Porque en una de estas te da por hacer limpieza de malware o de las cookies o simplemente se te va el dedo con el ratón y cierras enlaces sin darte apenas cuenta y eso que tenías guardado como si fuera un tesoro se va al olvido.
Puede ser eso o los que analizan los clics de las webs y el tiempo que cada lector pasa en cada una de ellas, porque conmigo tiene que subir la media de un modo que da miedo. Pobrecillos. Si supieran que el tenerla X minutos abierta no es porque me parezca interesante lo que cuentan sino porque padezco el síndrome de los clics.
Yo es que los guardo todos en save pocket. ahora tengo una lista de 700 artículos por leer
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