jueves, 16 de julio de 2015

Las 10 cosas que nos ha enseñado Sexo en Nueva York de la vida

El verano es tiempo de revisionados para la gente con tendencia a ver muchas series al cabo del año. Y aunque este año no ha caído Sexo en Nueva York es una de esas series idoneas para la temporada estival. Es cortita, ligera, no tienes que fijarte en si hacen planos secuencias cuando Carrie se cae al lago... Tiene muchos puntos a favor y encima muchas cosas que nos ha enseñado de la vida y que es bueno recordar.

HBO empezó a emitir Sexo en Nueva York en 1998 y a España llegó ya empezado el nuevo milenio y de la mano de Antena 3, que la ponía los miércoles a eso de las 2 de la mañana (esto sí que es de ser fan y no lo de la final de Lost). Luego Cosmopolitan la echaba a todas horas (mucho más llevadero). Para poneros en situación de cuánto hace que la vimos y que por entonces yo era una veinteañera que sabía poco de la vida.



1. Siempre hacer back up. Os va a sonar a coña pero es la lección más importante de Sexo en Nueva York. Ni amistad, ni amor ni leches. Siempre guarda lo que tengas en el ordenador, que es un ser maligno que tratará de fastidiarte siempre que pueda. Y sí, me pasó lo mismo que a Carrie. No empecé a hacer back up hasta que perdí mucho años dentro de un ordenador que de buenas a primeras y sin previo aviso decidió morirse.


2. Las pashminas son las mejores fundas para el portátil. No protegen lo más mínimo, pero son mucho más chic. Tengo una sola funda de portátil y no la uso. Cuando me tengo que llevar el ordenador a alguna parte se va envuelto en un pañuelo, a ser posible súper mono. Llego a la tienda y lo desenvuelvo con toda la naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo.

3. Un anillo de compromiso cuesta tanto como un piso. Cuando Carrie está a punto de perder su apartamento de renta vieja y Charlotte le da su anillo de compromiso para comprarlo fui consciente de lo mucho que puede costar un pedrusco de Tiffany. Nada que ver con el mercado inmobiliario y de joyería para el común de los mortales españoles.

4. Las mujeres no sabemos nuestra talla de sujetador. Es cierto y no somos conscientes de ello hasta que damos con nuestra talla perfecta. Y suele ser después de mucho comprar y probar. Ojalá una dependiente como la de Miranda que lo saque a ojo.


5. No hay que casarse para tener lista de bodas. ¿Harta de hacer regalos de boda y de nacimientos para gente que ves una vez cada dos años y que no van a devolverte el regalo porque para cuando tú decidas (si es que lo haces) casarte no tendréis relación? Yo tenía que haber hecho una lista de bodas (no en Manolo Blahnik, me valía de El Corte Inglés) en su momento. Ahora es tarde.

6. Los brunch y los cupcakes. Toda fan de Sexo en Nueva York de su tiempo sabe lo que son estas dos cosas antes de que se pusieran de moda y cuando empezaron a hacer furor miramos por encima del hombro a los asombrados foodies. Que nunca los hubiéramos catado no quiere decir que no los conociéramos, ojo.

7. A los 30 no estás tan maravillosa como piensas. Ella lo sabe y nosotras lo sabemos pero algo nos hace pensar que los 30 son los nuevos 20 y no, ya hemos hablado del tema y los 30 no son los nuevos 20. Y para muestra su portada. O la cara de recién levantada de cualquiera que esté en la treintena.


8. Tu armario es una inversión. "Me gusta tener mi dinero donde pueda verlo, colocado en mi armario" es una afirmación muy real que la Bradshaw suelta cuando le preguntan que dónde están sus ahorros. Algunas tardamos unos años más en descubrir que si, que lo que hay en el armario es una inversión de las buenas, pero no siempre le sacamos rentabilidad.

9. Cualquiera puede escribir un libro. Y lo de la Bradshaw tiene mérito, que en su época no existía la autopublicación en Amazon como ahora. Pero ella fue una precursora en eso de hacer un libro de la nada. Vale, de recopilar lo que había publicado en el periódico.

10. El temor de toda soltera es morir sola y convertirse en comida para gatos. A mi, personalmente, me vino muy bien ver Sexo en Nueva York antes siquiera de pensar en independizarme, porque desde entonces tengo claro que nunca tendré gatos. Ni perros, no vaya ser que también les dé por empezar a comerme y no haya muerto del todo.

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