jueves, 29 de octubre de 2015

La incapacidad de enamorarse de un humano

Cuando llegas a cierta edad sin pareja o los novios te duran lo mismo que una caja de galletas mi madre dice que es porque nos hemos vuelto unos exquisitos, que nadie nos parece suficientemente bueno y que abandonamos a la primera de cambio. 

Y sin embargo nos enamoramos en Twitter, compramos y cuidamos a muñecos reborn y hasta alquilamos a hombres guapos para llorar en su hombro. Esto último parece que lo hacen las japonesas, por estos lares aún no ha llegado esa moda.

Tenemos una necesidad cada vez mayor de crear lazos, y al tiempo somos más incapaces de hacerlo con otro ser humano. Acabamos encontrando amor en máquinas o en cosas hechas de plástico, lo que para mi no deja de ser de lo más inquietante.


Joaquin Phoenix se enamoraba de una aplicación informática -por mucho que tuviera la voz de Scarlett Johansson- al tiempo que trabajaba creando cartas románticas por encargo. Her (2013) nos presentaba el amor entre un hombre y una ilusión como un futurible tan descabellado como tuvo que ser 1982 para los coetáneos de George Orwell.

Años después vimos que El gran hermano podía ser mucho peor de lo que se planteaban 70 años antes y el argumento de Her está más próximo de lo que podríamos imaginar a hacerse realidad. 

Nos enamoramos de fantasías que nosotros mismos creamos y no prestamos atención al que podamos tener cerca.

Se compran muñecas -y muñecos- hinchables híper realistas con los que practicar sexo, nos registramos en aplicaciones que finjen ser tu pareja y nos mandan mensajitos -aún no ha llegado a España- y todo con el único fin de fingir tener una relación amorosa.


Es la forma de crear una historia de amor a la medida, en que todo sea como al único miembro real de la pareja le convenga. Es como si no solo diseñaras a tu media naranja cual si fuera un Mr Potato, sino que también decides cómo os conocisteis, qué hacéis cuando estáis juntos incluso cuándo y cómo romperéis, si es que no decides que seais felices para siempre.

Puestos a enamorarse nada de dejarse llevar, planificarlo todo al dedillo y elegir hasta el color de ojos de tu pareja, que de paso nunca discutirá contigo porque nunca te llevará la contraria a la hora de decidir qué ver en la tele o a dónde ir de vacaciones. 

Da igual que no sea un humano. Qué más da el contacto físico con otra piel, las conversaciones con un igual o los cruces de miradas. Tu propia fantasía imaginaria es mucho mejor.

Si al final va a tener razón mi madre y el problema es que nos hemos vuelto unos exquisitos.

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