jueves, 19 de noviembre de 2015

Dramas de hacerse un selfie siendo bajita

Cuando una es bajita se acostumbra a ver los conciertos entre los huecos que le dejan, a tener que andar esquivando al alto que siempre le toca en la fila de delante en el cine y a tener que pedir ayuda en el súper porque las galletas que quieres están en el estante de arriba y no llegas.

Son pequeños gestos que hacen que tus amigos se descojonen de ti cada vez que te ven estirarte para llegar a alcanzar algo -o subirte por las estanterías, pero que también hacen que te libres de hacer algunas cosas.

Y sabéis cuál es la última cosa que he descubierto no podemos hacer las personas de estatura relativamente baja: selfies.

Sí, como lo leeis. Es imposible sacarte una autofoto como Dios manda si apenas superas el metro y medio.

¿Qué tiene que ver la altura con el selfie? Pues que una persona, por lo general cuando es proporcionada, tiene los brazos más o menos largos en función de su altura.

Cuando no llegas al 1,60 es fácil adivinar que tus brazos son cortitos. Las mangas del jersey a lo Enrique Iglesias no son una opción de moda para ti, sino una realidad. Igual que lo es que por mucho que estires el brazo no llegas a coger lo que quieres en el encuadre de la cámara o del smartphone (ya de intentarlo con una tablet ni hablamos).

Claro que los bajitos podemos hacernos selfies ante el espejo del baño como cualquier hijo choni de vecino. Y en el ascensor también podemos, pero olvídate de estirar el brazo y sacar una foto de tu cara con un fondo detrás que se pueda apreciar. ¡Es imposible!

-"Mira mamá, estoy en Londres"
-Ay hija, podrías estar en Madrid porque yo ahí no distingo nada.

Tu cara puede salir en el selfie, pero el fondo... No hay espacio para él porque tu brazo no permite alejar tanto la cámara como para tener una perspectiva de lo que hay detrás o a un lado de ti.


Esto lleva pareja otra consecuencia: tu cara de pan sale en su estado máximo de redondez. Es una foto muy cercano, en que se aprecian todas tus imperfecciones, tu papada se transforma y en que, como es lógico, sales de cualquier forma menos guapa.

Porque tú te concentras en estirar el brazo al máximo, en que no te tiemble el dedo cuando intentas darle al clic, así que no te queda tiempo para fijarte en qué pose pones o si sacas tu lado bueno o malo.

Y si hacerte un selfie a ti misma es una drama del primer mundo no os podéis imaginar del problemón que es conseguir inmortalizar a dos, tres o más personas en una misma foto.

Así que yo ya lo tengo decidido: los selfies que los haga el que venga conmigo y tenga el brazo más largo. Eso o volver a la gente por la calle para pedirle que te haga una foto.

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