miércoles, 23 de marzo de 2016

Decálogo urbanita para sobrevivir al pueblo

La vida en el campo puede ser dura para un urbanita, incluso cuando solo va a un pueblo en vacaciones. O de visita.

No siempre es tan bucólico como se nos plantea y en más de una ocasión acabamos haciendo el ridículo de la manera más estrepitosa, a la par que divertida.

Con experiencias propias -y eso que soy de pueblo- y muchas ajenas he elaborado el decálogo de un urbanita para sobrevivir en el pueblo.


1. Un pueblo no es una finca como esas en las que se celebran bodas ni esas casas que salen en las revistas de decoración. Así que si vas pensando encontrar verdes praderas con senderos, cascadas de flores y velas iluminando el camino vas a llevarte una gran sorpresa cuando llegues.

Los caminos no suelen estar asfaltados, si llueve se convierten rápidamente en barro, los animales hacen ruido y provocan olores que nada tienen que ver con los de las fincas que tienes en mente.

2. La ropa es una de las primeras cosas por las que la gente de pueblo distingue a un urbanita. Aunque vayas de visita, no tengas previsto hacer nada es recomendable no llevar ropa demasiado estilosa, cara o que resulte difícil de manejar.

Lo de ir de blanco, aunque sea verano y tengas un moreno espectacular, descártalo. Un pueblo no es Ibiza y cualquier mancha -atención especial a los bajos de los pantalones- puede destrozarte ese modelo.

Sudaderas con mensajes estimulantes o dibujos cuquis no son propias de un pueblo. Dirás tú que vestir de sport es lo mejor para sentirse integrado en un pueblo. Sí, pero no te creas que vas a encajar por llevar una sudadera con mensajes de Mr Wonderful. Llamarás más la atención.

3. Los tacones se clavan en la hierba. Por si aún no lo sabías ya te lo digo yo. Andar con zapatos de tacón por un prao -pradera para los urbanitas- es algo harto difícil. Y no te quiero comentar lo mal que se quitan las manchas de 'verdín'.
Los tacones, ni con esto. Foto de Pinterest.
4. Los animales de pueblo no son mascotas, son animales. Cuando alguien va por primera vez a un pueblo una de dos o tiene un miedo atroz a los animales o se piensa que son peluches. Pues ni una cosa ni otra.

No atacan, por lo general, salvo que te vean como un peligro. Así que no es recomendable meterte con ellos cuando están comiendo o amamantando a sus crías. Muéstrales respeto y todo irá bien.

5. En los pueblos sólo hay un carril: el del medio. Hay que circular con precaución por cualquier carretera que te toque. Pero no te lleves a espantos si al llegar al pueblo ves que todo el mundo va por el medio de la calzada.

¿Ves alguna raya que separe los carriles? Pues por eso van por el medio, porque no hay sitio para dos carriles. Vete despacio y cede el paso en cuanto te encuentres a otro vehículo en frente.

6. Come todo lo que te pongan a la mesa. Ríete tú de cuando tu abuela te dice que si te has quedado con hambre te fríe un huevo, salvo que tu abuela sea de pueblo.

Les gusta agasajar a sus invitados e insistirán en que lo pruebes todo, porque "no hay matanza como la de casa" y "esos tomates que compráis en el supermercado no saben a nada". Come todo lo que te den, incluso aunque no sepas qué es. Seguro que está buenísimo.


7. El río no es la playa. Gran parte de los pueblos de España tienen un río, un lugar maravilloso en que ir a refrescarse en verano. Pero sigue siendo un río, no hay arena, sino piedras, y no hay vigilantes.

Así que no te confíes -las corrientes del río son mayores que las de las playas- y llévate unas chanclas que te agarren el pie -deportivas viejas también sirven- para poder meterte al agua. Recuerda que hay piedras y descalzo no sólo te harás daño sino que resbalarás.

8. Se saluda a toda persona con la que te cruces, aunque no la conozcas de nada. En los pueblos la gente suele ser muy sociable y acoge bien incluso a quien no conoce.

Lo habitual es que cuando te cruzas con alguien te saluden. Contesta educadamente. Ya cuando empiecen a preguntarte de quién eres -a que familia perteneces- explícalo brevemente o di que estás de vacaciones.

9. No cojas cosas, ni de los árboles ni de las huertas ni de ningún otro sitio. No hay nada que siente peor a alguien de pueblo que llegue el urbanita de turno y se dedique a coger la fruta de los árboles que encuentra.

Esos árboles tienen dueño, al igual que las huertas. Si se lo pides estarán encantados de que dártelo, porque no hay comida como la del pueblo, pero nunca lo cojas de antemano.

10. Nunca pongas en duda lo que te digan. La gente de pueblo sabe mucho más que tú de un pueblo, evidentemente. Y en la mayor parte de las ocasiones también saben más de la vida en general.

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