viernes, 6 de marzo de 2015

Desmontando las películas románticas (y los libros de autoayuda)

Nunca he entendido el éxito de los libros de autoayuda. Y pongo caras raras cuando alguien me dice que tiene uno de estos en su mesita de noche porque es su libro de cabecera, que lo subraya o que tiene post-it marcando las enseñanzas más importantes. Adoro toda clase de libros, pero me parece peculiar que alguien pueda decidir qué hace o deja de hacer en función de lo que diga un libro de este tipo. Tengo similares dudas con varias religiones, también.

El diario de Bridget Jones habla mucho de libros de autoayuda. Ella y sus amigas recitan citas sacadas de 'Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus' y las asumen como verdades universales de la conducta humana, especialmente de la masculina, y conforme a ella actúan con los hombres. Al final de la primera película primer libro ella los tira a la basura tras darse cuenta de que no le han servido de nada para quedarse con Darcy.



Hace unas semanas volví a ver la película y caí en que aunque no crea en los libros de autoayuda a veces sí aplicamos los conocimientos de las películas a modo de guías de las relaciones o de qué hacer en la vida, especialmente las románticas. No, no es que creamos que todo lo que ocurre ahí pasa en la realidad. Estamos escarmentados. 

Pero sí que vemos códigos de conducta en las películas que creemos que se trasladan a la vida real. Ciertas cosas que nos parecen lógicas porque las hemos visto en el cine y esperamos (con mayor o menor esperanza) que nos ocurran en la vida real. Básicamente porque es lo que queremos.

Los amores más reñidos son los más queridos. El refrán español se convierte en verdad verdadera en casi cualquier película romántica. Darcy y Jones se repelen en su primer encuentro de adultos y en cuanto se ven otras dos veces él le dice que le gusta 'tal como eres'. Esto llevado a la vida real significa que al tío le repeles, en serio, ni con un palo, y que encima eres tonta y te quedarás colgada por él.

Un mujer puede cambiar a un hombre. ¿De dónde nos viene esta maldita obsesión de que las mujeres podemos cambiar a un hombre, por su propio bien, aunque en realidad es por el nuestro cuando si tenemos necesidad de cambiarlo es porque no nos gusta? Probablemente de las películas románticas. En Cómo perder a un chico en 10 días dejan claro que no funciona, aunque al final son felices y comen perdices.

El chico que viene a salvarnos. Ponle traje de príncipe y un corcel blanco y con 30 años estás colgada de la misma fantasía que una niña de cinco que está viendo Cenicienta. La versión ochentera de esto es Richard Gere subiendo por las escaleras de emergencia para sacar a Julia Roberts de la prostitución y convertirla en una nueva rica.


Está casado y tiene dos hijos con otra porque eres inalcanzable. Eres el amor de su vida. Mira, no. Lo de los premios de consolación no cuela. Si está con otra, se casa (y paga una boda) con ella e incluso tiene hijos es porque la quiere. Mucho o poco, pero la quiere. No hay hombres atormentados por amores imposibles, ni tu eres la Mata Hari de Carabanchel alto. No te creas que por chasquear los dedos el volverá corriendo a ti. Que no lo consiguió ni Julia Roberts en La boda de mi mejor amigo.

Los chicos son simples. Es probablemente la afirmación más errónea sobre relaciones de pareja. En Qué les pasa a los hombres el chico le da a la chica una lección sobre lo simples que son los hombres y que actúan y hablan según lo que sienten. Ay, compañero, los hombres de simples tienen poco. Son más complicados (todo depende del ejemplar en cuestión, claro) que las mujeres. Y por muchos libros de autoayuda que leamos no hay forma de descifrarlos

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